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Aquella noche, luego de volver del teatro, entré a mi cuarto. Había una
mujer sentada sobre mi cama.
Era la Muerte.
Toda la vida había pensado en un encuentro semejante, y no tuve miedo. Mientras
me quitaba el saco y lo colgaba en una percha, le dije:
-No te esperaba tan temprano.
La Muerte me contestó:
-Yo tampoco pensaba pasar. Pero hoy es el día.
-¿Cómo lo sabes? ¿Obedeces acaso a Alguien?
-No. No obedezco a nadie. Yo sóla decido el día y la hora. No preguntes en
base a qué decido; siento como un pálpito. Hoy sentí que tenía que llevarte.
-¿A dónde? ¿Hay algo o Alguien en el Más Allá?
-No lo sé. Confieso que soy una ignorante.
Nos miramos a los ojos. Por fin le hablé:
-Hace años que pienso en vos y creo que estoy enamorado. Pero sólo ahora
conozco tu verdadera belleza.
Me sostuvo la mirada, como indiferente.
-¿Estás listo?
Ordené rápidamente unos papeles sobre mi escritorio.
-Sí. Vamos.
Noviembre de 1993
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