| |
Cierta mañana tranquila de enero
fue la última para aquél hombre
que yo siempre conocí por el nombre
de papá. Ahora se ha ido, pero
siento que es mucho lo que me ha dejado.
La música de Bach, la Naturaleza,
tantas conversaciones en la mesa,
la curiosidad, fueron su legado.
Tal vez de todo, lo que más lamento
es que se haya marchado tan temprano
sin conocer a mi hija. En vano
he soñado. Pero no me arrepiento.
Pienso, a varios meses de su partida,
cuán extraña parece nuestra suerte;
Dios (o el Destino) quiso que esta muerte
fuese compensada con nueva vida.
O tal vez no se fue del todo, y vive
en mí y en su nieta. La vida sigue.
Octubre de 2001
|